Europa se encamina hacia un descenso sostenido de su población. En los próximos años, la mayoría de países de la Unión Europea experimentará un retroceso demográfico como consecuencia directa de tasas de fecundidad por debajo del nivel de reemplazo y de cohortes en edades avanzadas cada vez más abultadas.
Este fenómeno no es nuevo. Sin inmigración, Europa habría empezado a perder población hace ya una década. En el caso de España, la entrada de población extranjera y una pirámide demográfica todavía favorable han ayudado a compensar la caída de la tasa de fecundidad, permitiendo un crecimiento poblacional del 24% desde 1990 [Fig. 1].
Fig. 1. Componentes demográficos del crecimiento poblacional en España, 1990-2023 (%).
Fuente: Elaboración propia a partir de INE.
La evolución demográfica de Europa no será, sin embargo, uniforme. Según un estudio reciente del Joint Research Center, los países del centro y este del continente verán cómo su población disminuye de forma acelerada de aquí a 2050 debido a la combinación de bajas tasas de natalidad, un flujo migratorio poco favorable y una estructura demográfica que refleja décadas de declive. En el sur de Europa, los pronósticos de pérdida de población se explican casi exclusivamente por la fecundidad. Al igual que en España, en Portugal, Italia, Grecia o Malta, la caída demográfica podría rondar el 10%. En cambio, países como Francia, Alemania o Países Bajos podrían enfrentarse a descensos más moderados gracias a niveles de inmigración más altos y tasas de natalidad estables en cotas superiores a las del sur europeo.
Es bien sabido que el envejecimiento y la reducción del número de jóvenes afectarán a la fuerza laboral y las dinámicas del mercado de trabajo en adelante. Si las tasas de participación laboral por edad y sexo se mantuvieran estables en los niveles actuales, España podría ver caer su población activa hasta en 3 millones de personas de aquí a 2050 según el escenario base de Eurostat (la caída sería mucho más contenida de acuerdo a las proyecciones del INE, que contemplan un saldo migratorio más positivo). Pero este futuro no es inevitable. La población activa puede decrecer mucho menos o incluso estabilizarse si conseguimos aumentar la empleabilidad de algunos colectivos con tasas de participación laboral todavía bajas como son el de las mujeres, los mayores de 55 años o los jóvenes con baja cualificación.
La experiencia de otros países nos sirve de hoja de ruta. En la actualidad, la tasa de participación laboral de las mujeres suecas de entre 25 y 64 años alcanza el 82%, frente al 75% de España. Si nuestro país convergiese a ese nivel de participación femenina, lograríamos neutralizar en buena parte el efecto negativo de la demografía sobre la población activa (escenario deseable I). Algo similar ocurriría si se elevara la tasa de actividad de las personas de más de 55 años (escenario deseable II) [Fig. 2].